UNA ALTERNATIVA PARA LA MEJORA DE LA PRÁCTICA PEDAGÓGICA
El siglo XXI se caracteriza por el fuerte
crecimiento del conocimiento y de la información. Ello implica para los
docentes afrontar nuevos desafíos
educativos que se les presentan en la escuela, dejando atrás el papel de
ejecutor mecánico (aplicadores del currículo) para constituirse en sujetos
constructores o generadores de conocimiento, es decir, de saber pedagógico.
Como lo señala Verónica Edward (1992) “es el conjunto de conocimientos y convicciones que tienen los docentes
en servicio, acerca de lo que ocurre y debe ocurrir en las situaciones de
aula”.
Esto llevaría a considerar a los maestros
como profesionales autónomos, que con base a una actitud crítica y reflexiva
(colegiada y sistemática) sobre su propia práctica pedagógica aportan avances a
la educación y a la profesión docente (desarrollo profesional). Como señala
Pérez (1990) “El profesor
es considerado un profesional autónomo que reflexiona críticamente sobre la
práctica cotidiana para comprender tanto las características específicas de los
procesos de enseñanza – aprendizaje como del contexto en que la enseñanza tiene
lugar, de modo que su actuación reflexiva facilite el desarrollo autónomo y
emancipador de quienes participan en el proceso educativo.”
Lo expresado anteriormente es posible gracias
a la actual tendencia en el campo educativo para revalorizar la profesión
docente, realizando su dimensión profesional como intelectual de la educación.
En opinión de Giroux (1990), quien más ha desarrollado esta idea de los
profesores como intelectuales, permite entender el trabajo docente como tarea
intelectual relacionadas con los problemas y experiencias de la vida diaria (…)
como intelectuales transformadores de su práctica educativa, es decir, de su
tarea pedagógica.
Pero también realzando su dimensión
profesional en términos de un maestro que investiga, quien interviene
directamente en la reestructuración (recompone, altera o transforma) de nuevas
prácticas, acciones o dinámicas para lograr mejoras cualitativas en el quehacer
educativo.
Al respecto Paulo Freire (1990) manifiesta: “Hoy se habla con insistencia del
profesor investigadora. En mi opinión, lo que hay de investigador en el
profesor no es una cualidad o una forma de ser o actuar que se agregue a la de
enseñar. La indagación, la búsqueda, la investigación forman parte de la
naturaleza de la práctica docente”.
Esta postura sobre el rol del maestro como
investigador, constructor del conocimiento e investigador de su práctica
pedagógica se encuentra en el Proyecto Educativo Nacional (PEN) como política
educativa al referirse al “Fomento
de la investigación pedagógica y difusión de métodos sencillos que los docentes
puedan usar para sistematizar sus prácticas, innovaciones y aprendizajes
logrados… (objetivo estratégico 2), así como también en la Ley General de
Educación Nº 28044 en su artículo 68 dice: “Son funciones de la Institución Educativa: diseñar, ejecutar y evaluar
proyectos de innovación pedagógica y de gestión, experimentación e
investigación educativa”
Es bien sabido que la tarea de investigar no
son tareas fáciles en medio de las múltiples exigencias que vive el maestro y
si a esto le agregamos las debilidades de su propia formación en lo referido a
habilidades en investigación, las condiciones labores, remunerativas y la falta
de incentivos, se convierte en todo un reto o desafío para desarrollar una cultura de la investigación. Dado que ellos
desarrollan en su trabajo pedagógico en el contexto de la organización escolar,
es necesario que ésta (la escuela) le otorgue o brinde las facilidades o
condiciones para llevar a cabo la actividad investigadora, contando de primera
mano, con el apoyo alentador de la figura del director escolar. Juega un papel
importante a considerar el aspecto motivacional en los docentes que emprenden
el camino de la investigación desde la escuela.
Se trata, entonces, que la investigación que
se puede promover e incentivar entre los maestros, será una investigación
situada o ligada a la realidad escolar. En el campo educativo es la
Investigación Acción (I-A) que tiene su campo de aplicación tanto en la escuela
como en el aula. Por su diseño metodológico de carácter flexible constituye,
hoy por hoy, una herramienta fundamental para el docente, para reflexionar
sobre el actual estado de su práctica pedagógica, a fin de producir cambios y
contribuir a la resolución de problemas concretos de la escuela.
A continuación se presentan los fundamentos o
presupuestos teóricos y metodológicos
acerca de la I-A, para que a partir de ellos puedas emprender, de manera
colectiva y colegiada la experiencia de introducir procesos de investigación
desde la escuela.
ASPECTOS
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FUNDAMENTOS TEÓRICOS
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Origen
y evolución histórica de la I-A
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El origen de la I-A se debe a su
creador. German Kurt Lewin (psicólogo germano-estadounidense) quien fue el
iniciador de la I-A entre los años 1940 y 1950 aplicado al campo de las
ciencias sociales.
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En 1953 Stephen Corey y otros
colaboradores de la Universidad de Columbia (EE.UU) concibió la I-A como método para mejorar las prácticas
escolares, conducidos por grupo de maestros en su escuela, tendientes a
comprender su práctica pedagógica y transformarla.
-
En la década del 70 se reconoce
el aporte de Lawrence Stenhouse (Inglaterra) quien propuso el concepto de
docente investigador de los procesos educativos centrada en el interior de la
escuela.
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Jhon Elliot (1968) alumno y
colaborador de L. Sthenhouse ha continuado esta línea. Hace énfasis en la I-A
aplicada a la educación. Tiene que ver con los problemas prácticos cotidianos
experimentados por los docentes.
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En el año 1988 aparecen los
trabajos de los autores Foyette, Gabriel y Lessard – Hérbert Michelle
(canadienses) relacionados con la I-A y las prácticas educativas.
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En 1988 destaca la labor de los
australianos Stephen Kemmis y Wilfred Carr quienes centraban sus estudios en
una I-A vinculada a la actividad colectiva y la transformación de los procesos
educativos asociados a procesos sociales (crítica social)
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Conceptualización
de la I-A
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La
Investigación Acción es un estudio científico autorreflexivo de los
profesionales de la educación con la finalidad de explorar la práctica
educativa tal y como ocurre en los escenarios del aula y del centro educativo
susceptible a ser mejorada.
El
resultado de esta investigación realizada sobre la práctica pedagógica
ayudaría al profesor a comprender la entraña de la actividad que realiza y a
tomar decisiones pertinentes.
Para ellos, una de las condiciones consiste
en desarrollar la capacidad de autoanálisis y autoreflexión. Los
profesionales en educación pueden llegar a ser mejores profesionales
reflexionando sobre lo que hacen (McKernan, 1999; Suarez, 2002; Marcelo,
1994; Kemmis, 1988)
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Características
de la I-A
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La teoría y la práctica, avanzan
de manera conjunta en una pertinente interacción (praxis).
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Tiene su campo de aplicación
tanto en el aula, como en la escuela. El problema que se va a estudiar se
origina en el propio lugar de trabajo.
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Se desarrolla en grupos y de
manera participativa por la mejora de sus propias prácticas (dimensión de colaboración).
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Se realiza dentro de un contexto
situacional partiendo del diagnóstico de la institución educativa.
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Surge de problemas y
preocupaciones educativas de carácter práctico.
-
El docente tiene un doble sol,
por un lado, es el investigador, y por el otro, es un participantes en la
investigación.
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Apunta a la solución de un problema
detectado en el educando, en la escuela o para experimentar en el proceso de
enseñanza – aprendizaje.
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REFERENCIAS
BIBLIOGRÀFICAS
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docentes. Aportes desde el
Pensamiento complejo. En: curso
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EDWARD, Verònica. “ Hacia la
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2010
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Nº 44. Mayo. Lima. 2009
SCHON, D. “ El profesional reflexivo. Còmo piensan los profesionales
cuando actùan. Editorial Paidòs. Barcelona. 1998
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